12 de septiembre de 2019

Cuento: El tesoro de la pequeña Rayén (autor: origen hispano)


Había una vez una pequeña niña llamada Rayén que tenía una mamá muy especial. Después de la escuela, y mientras su papá lavaba los platos de la cena, la niña salía a caminar con su madre. Rayén veía que su madre siempre observaba los arbustos y las ramas de los árboles con mucha detención. 

Un día la niña le pregunta:
- ¿qué miras mamá? Son solo ramas y hojas.

La madre respondió -no, mi linda Rayén, no son solo ramas y hojas. Debes mirar más de cerca. Si lo haces, encontrarás un tesoro mágico.



Al día siguiente, Rayén fue a la escuela como de costumbre. Sin embargo, estaba un poco triste porque su madre no le había querido mostrar el tesoro. Así que muy curiosa, fue observando de cerca los arbustos y árboles de la escuela durante el recreo, pues ella quería tener ese tesoro que su madre tanto le hablaba. Pasaron los días, y como ella seguía buscándolo se le olvidó jugar con sus compañeros. Cuando sus amigos la veían le preguntaban:

-¿Qué buscas? 
Ella les respondía -busco un tesoro que mi mamá tiene, pero no lo encuentro. 

Un día, uno de sus compañeros le respondió -¡Qué va! Mejor ven a jugar con nosotros.

Rayén le replica -es que no puedo, ¿Cómo voy a jugar con ustedes si no tengo el tesoro de mamá?


La pobre niña agotada ya de pasar días buscando, aprovecha una tarde que su mamá la invita a pasear para preguntarle -Mamá, no he podido encontrar tu tesoro. No puedo sola, soy chiquita. Muéstramelo tú.


-Muy bien -dice la madre -Ya te lo iba a mostrar, solo esperaba que sintieras suficiente curiosidad y quisieras conocer de verdad el tesoro. Pues mira- la madre pasó un par de minutos buscando entre la maleza -aquí hay uno, acércate, Rayén- dice la madre -esto que ves aquí parece solo una rama, pero mira, si logras ver, esa rama tiene varios rostros. Son duendes, unos seres pequeñitos, que le dan rostro y alma a la naturaleza. ¡Hay por miles! pero solo se muestran a aquellos que han aprendido a observar bien. 

-Tienes razón, Mamá- dice asombrada Rayén -los veo ¡Son hermosos! Quisiera llevarme uno para mostrárselo a mis compañeros. Quizás sus madres también tienen este tesoro. 

- no puedes, Rayén, son seres vivos, ellos sienten. Y si los arrancas ellos se sentirán muy tristes. 

 Así fue que la niña volvió al otro día a la escuela. Llevó a sus compañeros a unos arbustos que estaban en el patio de la escuela. De pronto la cara de un duende se le apareció. Entonces Rayén le preguntó a sus amigos:

-¿Pueden ver la cara del duende en la rama de este arbustos? Mi mamá y yo sí los vemos. ¡Ese era el tesoro! ahora sí podré volver a jugar tranquila con ustedes. 

Sus amigos se rieron un poco. Rayén siguió insistiendo. -¿Pueden ver este otro? es muy fácil verlos. El secreto es quedarse quieto, sin moverse, y de pronto ellos aparecen.


Sin embargo, los compañeros no podían ver lo mismo que ella y sus burlas eran aún peores. Más insistente, la niña siguió observando atenta a un grupo de flores, cuando de pronto apareció un rostro bellísimo en una de ellas. -¡Miren!- exclama la niña, feliz de haber encontrado un rostro muy nítido. Los niños quedaron asombrados por la maravilla. Nunca pensaron que la naturaleza, las plantas y flores, podrían ocultar rostros.


T
odos sus amigos se disculparon por haberse burlado de ella. Uno de ellos le comenta -mi mamá no me ha mostrado ese tesoro, pero tiene otro, ella y yo vemos animales en las nubes. 

Otro dice -es verdad, con mi papá también vemos formas divertidas en las nubes, pero también las estrellas hacen dibujos. 


Luego, otro amigo responde -mi papá dice que tiene muchos tesoros, son sus libros de aventura, y él los comparte conmigo.

 Y otro más, muy orgulloso, se anima diciendo: -sus padres solo les muestran tesoros, pero mi mamá hace magia con las manos cuando toca el piano, siempre ella me anima a tocarlo y me enseña a mover mis manos. 

Y todos terminaron riéndose porque se dieron cuenta que cada mamá y papá tenía algo especial que mostrarles. Desde entonces, Rayén y sus amigos compartían cada día un nuevo descubrimiento del tesoro que sus padres les enseñaban. 

FIN



Si estás interesado en saber más sobre cómo explicarle a tu hijo qué es una lengua de herencia, aquí va el enlace de mi post anterior origenhispano 
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