7 de octubre de 2019

El rol de la cultura de herencia en el desarrollo de la identidad de mis hijos

Definiciones introductorias

Identidad


La identidad es el resultado de nuestra reflexión sobre nuestro yo en función de nuestra biografía. Esta reflexión, según Giddens, es continua a través del tiempo: quien soy y quien estoy siendo en relación con el entorno.

Los procesos sociales en que lo que estamos inmersos nos entregan gran parte de nuestra auto-imagen. Los otros nos entregan relatos de quienes somos. Relatos que pueden ser coherentes o contradictorios entre ellos. También estas narraciones externas pueden ser coherentes o contradictorias con la reflexión individual que tenemos de nosotros mismos. 


Entonces, a medida que vayamos adquiriendo nuevas experiencias, la identidad también va teniendo una historia a través del tiempo. Taylor explica esta historicidad de la identidad llega a sobrepasar nuestras memorias individuales: “para tener un sentimiento de quienes somos, debemos poseer una idea de cómo hemos llegado a ser y de adónde vamos”. 

Barend van Liempd


Identidad y territorio

Toda identidad es situada en un territorio en el que nosotros nos volvemos un actor social. 

Cada individuo tiene un espacio que se fue conquistando por sus acciones. Pero lo que hacemos o llegamos a hacer en la sociedad está limitado también por los sujetos que comparten ese mismo territorio que favorecen, restringen o condicionan. Esta identidad situada resulta de un ejercicio continuo del sujeto de interpretar: sus condiciones de acción; su manera de proceder frente a estas condiciones; para luego interpretar y re-significar su entorno.

Identidad y pertenencias

La identidad se construye a través de las pertenencias por las cuales circula el sujeto – sean próximas o lejanas, volátiles o permanentes. Los otros entonces definen las posibilidades de enriquecimiento de su identidad, ya que al tener más experiencias compartidas con otros, mayor es la expansión de su identidad.

Luego, el sujeto tendrá el ejercicio reflexivo de seleccionar lo que desea integrar a su identidad y lo que desea eliminar o lo que desea transformar. Esta evaluación tiene el fin de mantener la coherencia y la singularidad de su identidad (Bajoit). Como indica Bruner "el Yo, utilizando su capacidad de reflexión y de imaginar alternativas, rehuye o abraza o re-evalúa y reformula lo que la cultura le ofrece".

Barend van Liempd

El rol de la cultura de herencia en el desarrollo de la identidad

¿Cómo pretendemos que nuestros hijos crezcan íntegramente si desconocen parte de su historia familiar y cultural? ¿Cómo pretendemos que ellos comprendan nuestros sentimientos, decisiones y preferencias como padres si no les transmitimos nuestras memorias, historia y cultura?

Sabemos que la falta de comprensión y/o ausencia de los orígenes guarda relación con trastornos de conducta y personalidad, aislamiento, ansiedad social, y dificultades para establecer relaciones afectivas. Por ejemplo, los niños que han crecido sin la figura paterna y que cuyas madres han decidido por diferentes razones esconder la identidad / historia del padre a sus hijos, han mostrado efectos muy particulares en la adultez: constante búsqueda y reafirmación de su identidad; sensaciones de inferioridad, aislamiento social; cuestionamientos de años sobre quién y cómo sería esta figura ausente; y qué rasgos ellos habrían heredado de él, a qué historia familiar pertenecerían, entre otros. 

De manera semejante, la falta de integración a una cultura de herencia, cuyo canal principal de transmisión es el lenguaje, podría afectar principalmente en la relación entre hijos y padre/madre hispanohablante; además de afectar en la racionalización de ciertas pautas conductuales – inconscientes – de sí mismos.  Es decir, por un lado, el hablante de herencia debe convivir con diferentes pautas culturales, las de al interior de la casa como las de la sociedad de afuera. Ambas deben ser comprendidas por él/ella para mantener una buena convivencia. Si no hay esta comprensión, es muy difícil que sostengamos a largo plazo una buena relación con nuestros hijos, ya que no sabrá el trasfondo de nuestras opiniones y decisiones. Es más, sostener una cultura en su modo más original en el extranjero es muy difícil, por lo que al hablante de herencia le será un poco arbitrario el porqué los padres adoptan ciertas pautas culturales del país de residencia y porqué otras no;  o el porqué estas pautas de sus padres son incluso diferentes a las de su familia hispana. 

Por otro lado, los rasgos propios de una cultura, por estar socialmente adquiridos, ya sea por instrucción o imitación, dan origen a un proceso de reconocimiento personal ante un marco de interacción de un grupo social determinado, lo que llamamos comúnmente como “identidad”. Si este aprendizaje cultural se ve truncado de algún modo, por supuesto tendrá repercusiones en el desarrollo de la identidad o, mejor dicho, de las “dimensiones identitarias” que coexisten en el hablante de herencia. 

Barend van Liempd

Pero, ¿Cuál es el rol de la lengua en todo lo descrito? El español en este caso, es la herramienta, el canal y el puente que nos une al mundo hispano y sus culturas particulares. Las ideas y las percepciones que tenemos en nuestra cultura para comprender el mundo se transmiten a través del lenguaje: sus refranes, dichos, tradiciones, literatura y arte. 

“Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” dijo Ludwig Wittgenstein, por lo que entre más pobre o nula sea la adquisición de la lengua, más pobre o nulo será el mundo heredado. 

Barend van Liempd



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